Esta obra es un tributo a la presencia de los humanos en el paisaje. Concretamente, El Torcal de Antequera simboliza la unión entre lo humano y el "resto" como ningún otro lugar. Con sus calizas de formas caprichosas y sugerentes, tiene su origen en la sedimentación de los ammonites del Jurásico entre hace 250 y 150 millones de años. Este origen queda manifiesto en el panel izquierdo del tríptico. No obstante, por la propia evolución del planeta, esos sedimentos marinos emergerían y serían erosionados por los elementos para, finalmente, desarrollar un ecosistema propio que se convertiría en el hogar de los humanos. Estos últimos, terminarían de modelar el paisaje (que en el tríptico se retrata en el panel central) y sus habitantes a través de la cinegética y la recolección, pero también de la ganadería y la agricultura, actividades realizadas hasta el presente y simbolizadas en el toro de la derecha.